Crítica: ‘Don’t Knock Twice’ (2017, Caradog W. James)

Don't Knock Twice

Don’t Knock Twice nos cuenta la historia de la historia de Chloe, una adolescente que se ve forzada e reencontrarse con su madre, quien la entregó en su momento a los servicios sociales cuando era una drogadicta. Su vida ha cambiado mucho desde entonces y ahora es una famosa artista, pero a los evidentes problemas para poder volver a conectar con su hija se suma la amenaza de una bruja demoníaca que Chloe ha despertado por accidente.

Director: Caradog W. James
Reparto:
Katee Sackhoff, Javier Botet, Nick Moran, Lucy Boynton, Pooneh Hajimohammadi, Callum Griffiths, Richard Mylan, Gabriel Trimble

Un buen arranque suele ser el anticipo perfecto de una buena historia. Por esa razón, cuando uno logra sumergirse en una película durante sus primeros minutos todo apunta que está apunto de disfrutar de una experiencia cuanto menos satisfactoria. Sin embargo, al cine de terror siempre le gusta romper las reglas, y es que no son pocas las películas de género que tras unos prometedores primeros minutos terminan haciéndonos dudar de si lo que vimos en un comienzo fue un espejismo producto de nuestra propia mente. El pasado año la comercialmente exitosa Nunca Apagues la Luz daba paso tras su brillante comienzo a una tediosa sucesión de manidos clichés poco memorables, y parece que este año la maldición del buen arranque y flojo desarrollo ha recaído sobre Don’t Knock Twice.

Y es que Don’t Knock Twice arranca con unos créditos iniciales y un planteamiento maravilloso, que nos devuelve esa visión encantadoramente gótica de la brujería cuya llama se ha ido apagando durante los últimos años. Tras este brillante arranque, la película decide cambiar por completo su enfoque y es entonces cuando comienzan a surgir todos los problemas.

El guión, obra de Mark Huckerby y Nick Ostler (Howl), deja a un lado la interesante mitología creada en los minutos iniciales, desperdiciándola en detrimento de un forzado drama familiar mucho más tópico y previsible que únicamente resulta creíble durante momentos puntuales del tramo final. Al menos la película se salva de la quema gracias a la interesante dirección de Caradog W. James (The Machine) quien, al igual que hemos visto hacer a James Wan (The Conjuring) a lo largo de los últimos años, transforma los movimientos de cámara en un elemento narrativo más.

Don’t Knock Twice cuenta con una factura técnica impecable, que no tiene nada que envidiar a la de las grandes producciones de género que han aterrizado en nuestros cines a lo largo del pasado año. Esto en gran parte es gracias al brillante trabajo de fotografía del (prácticamente) debutante Adam Frich. Es una lástima que el caótico montaje deje la constante sensación de que faltan un buen puñado de escenas de transición que terminen de dar sentido al desarrollo de la historia, ya que la trama no termina de funcionar como conjunto, quedando todo reducido a un conglomerado de buenas ideas a las que les falta un hilo conductor lo suficientemente sólido que las sustente.

En el reparto destaca la presencia de Katee Sackhoff (Battlestar Galactica) y Lucy Boynton (Sing Street), encarnando a una conflictiva pareja de madre e hija que deberán unir fuerzas en los momentos más desesperados. Sus actuaciones son realmente notables a nivel individual, sin embargo cuando sus personajes deben confluir se echa en falta una mayor química entre ambas que nos logre convencer del intenso drama familiar que pretende servir de eje motriz para la historia. Mención especial merece el brillante Javier Botet ([REC]), logrando nuevamente (gracias a su peculiar anatomía) un memorable villano.

En líneas generales, Don’t Knock Twice se convierte en un nuevo caso de grandes ideas que se terminan desinflando a medida que avanza el metraje. Su intento por abarcar todo el abanico de posibilidades argumentales termina siendo fallido, y solo su eficaz doble giro final logra devolver a la cinta parte de esa brillantez con la que arrancó.